Una forma peculiar para comunicarse
Si hay un pueblo bastante peculiar es el Kongthong village. Un pueblo tranquilo, un poco perdido entre las montañas de Sohra y Pynursla, que se comunican mediante una melodía o sonidos guturales.
El día anterior teníamos dudas si ir a visitar los puentes de raíces vivientes o el pueblo de Kongthong. Al final elegimos el pueblo, el día anterior las visitas, sobre todo a la cascada de Wei Sawdong fue un poco dura, y sabíamos que los puentes de raíces vivientes no era nada fácil.
Normalmente, esta excursión hay que contratarla con tiempo, no todos los conductores quieren hacer este trayecto, la carretera es buena pero el último tramo de unos 5 km se hace duro, la carretera está en obras, llena de baches y piedras, después de los monzones casi siempre tienen que arreglarla por los desprendimientos y el agua.
Nuestro conductor no pudo venir ese día, pero consiguió que su sobrino, Daiaphira Marbamiang, nos llevase acompañado de su amigo Michael.
Kongthong village se encuentra al noroeste de Sohra a unos 50 km de distancia. Desde Sohra tienes que hacer el camino de vuelta como si fueses a Shillong y en el cruce de Mawjrong tienes que coger un desvío a la derecha.
Esa mañana tuvimos suerte, el día amaneció soleado, la lluvia nos daba una tregua.
Hicimos una pequeña parada en el puente Mawkdok para tener unas vistas maravillosas de Dympep Valley. La panorámica es increíble, alucinaba con los bosques y sobre todo por el verdor de su vegetación. Sin embargo, ellos decían que todo estaba muy seco, de hecho le dije que si aquello estaba seco, yo encantada los llevaba a Almería para que supiesen lo que es una tierra árida. Parece ser que el puente es una parada obligatoria y algunas personas ponen sus puestos de comida en la misma acera del puente.
Continuamos con nuestra ruta hasta llegar a Mawjrong, una aldea ubicada en Khatarshong Laitkroh Tehsil del distrito de East Khasi Hills con una población de unas 500 personas y alrededor de 80 casas.
El paisaje cada vez nos asombraba más y más, pequeños cementerios en lo alto de una pequeña colina, cruces diseminadas por el campo y pequeñas iglesias.
Hicimos otra pequeña parada, porque cuando vi las montañas y el valle me quedé atónita, me faltan palabras para describirlo. Aquel lugar estaba intacto, la mano del ser humano no había penetrado ni dejado su malévola huella. Montañas, valles, nubes y sol, la cámara no podía captar tanta belleza.
También nos encontramos con el padre de Daiaphira que iba conduciendo en dirección contraria a la nuestra. Nos dio unos cuantos plátanos, pero no llegamos a descender del vehículo. Según nos comenta Daiaphira, su padre es pastor del Ministerio de la reconciliación «Full Gospel Church», y muchas veces recorre grandes tramos caminando para atender a sus feligreses, también se dedica a las labores del campo.
El último tramo hasta llegar al pueblo fue el más tortuoso, la carretera estaba totalmente destrozada por las lluvias, eran baches y estaba llena de piedras, ese era el motivo por el cual muchos conductores no querían hacer la excursión.
Al final llegamos al pueblo de Kongthong. Este pueblo tiene una población de unas 567 personas y unos 109 casa, es conocido por su forma de llamarse unos a otros, lo hace mediante una especie de melodía o sonidos guturales.
Entramos con el coche al pueblo y lo dejamos aparcado en la única guesthouse que tienen, Meghalaya Kongthong Bamboo Hut, compuesta de dos cabañas de madera preciosas con unos jardines muy cuidados. Si no hubiese tenido la excursión al día siguiente a los puentes de raíces vivientes, me hubiese quedado una noche allí.
Desde la guesthouse comenzamos los cuatro el recorrido por el pueblo, a mi me acompañó un perro todo el tiempo, el cual lo había acariciado en la pequeña casa de huéspedes y no se separó de mi en ningún momento.
Las casas están difuminadas en el bosque, todas tienen pequeños jardines cuidados con sumo esmero, por lo que veía a la gente le gustaban mucho las plantas. Subíamos y bajábamos la ladera de la colina para ver sus casas y pequeños rincones. Tengo que decir que los habitantes del pueblo son muy tímidos.
La gente de Konthong se dedica a la agricultura y sobre todo a la elaboración de la miel.
Llegamos a un colegio donde una gran cantidad de niños estaban jugando a la pelota, otros cuidaban de sus hermanos menores y niñas con edades que podían comprender entre los 6 a 10 años lavaban la ropa de la casa en la fuente del pueblo.
Llevábamos caramelos para ofrecérselos, algunos si se aproximaban para cogerlos, otros sentían vergüenza y sus hermanos mayores eran los que se los entregaban, pero todos los niños, todos, siempre nos decían “thank you”, no hubo ninguno que se le olvidase dar las gracias.
Conseguimos hablar con una chica, no me acuerdo si era la profesora o la que estaba encargaba de vigilarlos. Estuvimos conversando con ella y nos demostró como llamaba a cada uno de los niños con la melodía o sonidos guturales, era increíble, cuando lo hacía como se giraba el niño al que estaban llamando. Cerca del colegio había una pequeña tienda donde una chica se dedicaba a liar las hojas de betel para su venta.
Seguimos recorriendo el pueblo, y lo que verdaderamente me asombró fue lo limpio que estaba, no había ni un trozo de papel tirado en el suelo. Muchas mujeres y chicas se escondían cuando nos aproximábamos y hasta los más pequeños desaparecían cuando tomaban su ducha en una pequeña fuente. Era un pueblo de cuento.
Daiaphira consiguió hablar con una señora la cual nos permitió entrar en su casa para poder visitarla. La casa se componía de una habitación que estaba dividida por una cortina, la parte de la derecha era el dormitorio donde dormían los padres y sus tres hijos, la parte de la izquierda era la cocina y comedor. Me hacía gracia como los pequeños pollos entraban tranquilamente y se paseaban por la habitación.
Conversamos con la mujer. Nos explicó que cuando una mujer se queda embarazada crea una melodía, como una identificación auditiva única y de por vida para el niño/a. Tan pronto como el niño nace, la gente comienza a cantarlo junto con la madre para que el bebé pueda identificarse con los sonidos. El nombre queda en el olvido una vez que uno fallece.
Una leyenda dice, que un hombre se salvó de unos matones al refugiarse en un árbol y llamar a sus compañeros mediante estos sonidos especiales.
Le dije mi nombre y le pedí que me dijese como sería mi nombre en ese idioma tan peculiar. Me dijo que no podía hacerlo, realmente no hay traducción o sonido correspondiente, solo si hubiese nacido allí hubiesen creado el correspondiente sonido.
Si vas con un guía de cualquier parte de la India es muy difícil que se puedan entender debido al dialecto de esta zona, es mejor que vayas con una persona local o taxista que hable el hindi y el dialecto. Mayank no entendía nada.
Terminamos con nuestra visita y nos dirigimos a la casa de huéspedes para recoger el vehículo. Cuando nos dispusimos a marcharnos, el corazón se me partió cuando vi que el perro que me había acompañado durante todo el recorrido y al cual lo había acariciado en varias ocasiones seguía al coche corriendo detrás de nosotros. Me lo hubiese quedado con todo el cariño del mundo, y me acordaba de la frase “cuanto más conozco al hombre, más quiero a mi perro”, difícilmente ellos te defraudarán.
Volvimos a parar en el mismo lugar donde por la mañana estuvimos haciendo fotos de las montañas y los valles, el paisaje había cambiado totalmente, las nubes se había apoderado de aquel lugar y parecía que nunca habíamos estado allí.
Llegamos a Mawjrong y cerca del mercado Daiaphira nos llevo a almorzar comida khasi. Estábamos un poco expectantes. Yo me pedí arroz con pollo y Mayank arroz con carne de cerdo. Realmente estaba bueno, no tenía nada que ver con la que habíamos comido en Sohra cerca del mercado. La comida de los cuatro nos costó 230 rupias (unos 3 euros).
Todo el día de excursión desde Sohra nos costó 2500 rupias (unos 33.30 euros)
Cuando llegamos al Crescent Hotel en Sohra ya era de noche, y ya no podíamos hacer mucho más, a las 21:30 horas teníamos toque de queda.