You are here
Home > Mis viajes > Asia > Bhután > Bhutan 2015 > Paro y el mini Nido del Tigre

Paro y el mini Nido del Tigre

Dzongdrakha Goemba

El desconocido mini Nido del Tigre

Después de la excursión al Nido del Tigre nos dirigimos a la ciudad de Paro. Lo primero que me preguntó Dorji era si quería irme a hotel a descansar. Con firmeza le contesté que no, se quedó sorprendido y comentó que todo el mundo después del ascenso al monasterio y del almuerzo se iban a descansar, me preguntó si verdaderamente no estaba cansada, le contesté que un poco pero que no quería perder el tiempo en la habitación del hotel.

Claro estaba que los que estaban cansados eran ellos. Les comenté que no había ningún problema, que se fuesen ellos a descansar hasta la hora de la cena que yo me iría a caminar por la ciudad. Cosa que estaba deseando hacer sola, porque Bhutan es un país que desde que entras tienes guía y chofer acompañándote en todo momento, son tus guardaespaldas.

Paro Rinpung Dzong
Paro Rinpung Dzong

Paro es una tranquila ciudad que cuenta con unos 20.000 habitantes. Su calle principal es un complejo de arquitectura tradicional butanesa con edificios ricamente decorados que alberga pequeños restaurante y tiendas, además tiene el único aeropuerto del país.

Es una verdadera gozada pasear tranquilamente por sus calles y observar el día a día de sus habitantes. A pesar de su proximidad con la capital Thimphu, Paro es mucho más provinciana y se respira un ambiente muy tranquilo. No obstante es una ciudad que ofrece mucho para visitar, como el Museo National, Paro Rinpung Dzong, Mercado los domingos y por los alrededores; el templo  Kyichu Lhakhang, Taktshang Goemba, Sanga Choekor Shedra, ect.  Paro es la ciudad perfecta para aquel que quiera disfrutar de un retiro sosegado.

Venta típica butanesa
Venta típica butanesa

Estuve buscando lugares para poder hacer fotos nocturnas del Dzong, viendo tiendas, alucinaba con los tamaños que tenían los dardos, otro deporte que se practica mucho, comprando música de monjes, mantras y típica del país. Sobre todo me dediqué a observar a los niños jugando en la calle, me asombraba el ingenio que tenían para fabricarse sus propios juguetes o jugaban con cualquier cosa. Me trasladé a mi niñez, recordaba cómo jugábamos todos los amiguillos juntos en la calle, inventando alguna tropelía o compartiendo lo que teníamos.

Tanto Dorji como Dawa me dijeron que volviese a las 17:30 horas, fui benévola y les dejé media hora más de descanso. Cuando los recogí nos fuimos a cenar al Restaurante Charo, estaba ya concertado. La comida estaba buena, sobre todo las verduras, pero con la carne había un pequeño problema, la sirven muy hecha, tuve serios problemas para comérmela, no había forma de partirla, ni con las manos y mordiéndola pude degustarla.

Intentando comerme la carne
Intentando comerme la carne

Una vez terminada la cena, antes de que me volviesen a  preguntar si estaba cansada, les dije que había visto algunos lugares para hacer fotos nocturnas. Así que cogimos el coche y nos dirigimos al puente de madera del Paro Dzong, seguidamente caminamos hacía el puente nuevo que se encuentra a la entrada de Paro cuando vienes desde Thimphu.

A continuación nos pusimos en marcha hacia el Hotel Olathang donde yo pernoctaba, no sin antes parar otra vez para hacer fotos. Aunque el hotel está retirado, a mitad de camino hay unas magníficas vistas hacia el Valle de Paro y el Paro Dzong. Al final Dorji me preguntó ¿no estás cansada?. Le contesté que un poco e inmediatamente me respondió que no se podía explicar cómo después del ascenso al monasterio y no haber descansado nada podía decir que solo un poco.

Dzongdrakha Goemba
Libélula

Al día siguiente, mi último día en Bhutan, muy temprano paseé por los jardines del hotel, había llovido por la noche pero el sol ahora relucía en todo su esplendor y las libélulas volaban por doquier. Hoy haríamos una excursión al pueblo de Bondhey, situado al sur de Paro.

Vinieron a recogerme puntuales como siempre y nos pusimos en marcha. Al poco tiempo tuvimos que hacer una parada para ver como los aviones entraban con una maestría ejemplar entre las montañas para luego aterrizar en el pequeño aeropuerto. Impresionaba. Está catalogado como uno de los aeropuertos más peligros del mundo.

Continuamos otro rato y de pronto Dawa giró a la izquierda en un camino y paró el coche. Dorji me dijo que ahora tocaba hacer un poco de trekking. ¡Y yo sin saberlo! Suerte que había dejado las zapatillas de deporte en el coche.

Dzogdrakha Goemba
Avión entre las montañas

Comenzamos a caminar y las vistas del Valle de Paro por la zona sur eran espectaculares, al igual que los ancianos sentados en el campo o delante de sus casas, los campesinos trabajando  los campos de arroz, aquello había que disfrutarlo. Tuvimos que dejar el camino y comenzar el ascenso de una pequeña loma, el sol pegaba de justicia y se me estaba haciendo dura la subida, el ascenso al Nido del Tigre pasaba hoy factura.

Mientras subíamos nos aproximamos a unas casas, no daba crédito a lo que estaba viendo, otro monasterio como el Nido del Tigre. Era el Dzongdrakha Goemba, conocido como el mini Taktshang Goemba.

Espectacular. Otra obra maestra colocada en un acantilado. Fue construido en el siglo XVI por el primer rey de la región, Chogay Dragpa. El complejo lo forma 4 templos, uno dedicado a Tara, otro a Tsheringma la diosa de la longevidad,  Guru Rinpoche y a Maitreya el Buda del futuro.

Dzongdrakha Goemba
Dzongdrakha Goemba

Quisimos entrar a los patios de la casa, pero no había ni un alma por allí, pero sí unos cuantos perros, por lo cual desistimos. Solo un tramo de sendero justo detrás de las casas pudimos recorrer para aproximarnos un poco más al monasterio, estaba prohibido entrar, había 9 monjes meditando, vivían en total retiro, es decir, no podían ver a nadie ni hablar con nadie. Me mordía la lengua de rabia, ya que estaba allí y no podía visitarlo.

Teníamos que regresar, pero lo hicimos por otro camino. Nos encontramos a una señora sentada en el suelo arreglando una tubería, comprobaba que los trabajos duros los hacían las mujeres. Llegamos donde Dawa nos estaba esperando con el coche, hicimos una breve pausa para descansar y fumar un cigarro.

Dzongdrakha Goemba
Dardos

¡Día de suerte! Se acercaron tres chicas y se pusieron a conversar con ellos y al poco tiempo me comenta Dorji que las chicas nos han invitado a comer en su casa, si me apetecía ir o no. No me podía creer que sin conocernos de nada nos ofrecían su casa y comida.

Era una guesthouse “Gatana Farm House, llevaba un año funcionando, podían acoger un máximo de 6 personas y tenían un baño de piedras calientes. Entramos al salón que a su vez también funcionaba como dormitorio. Nos ofrecieron de primero leche agria (especie de cuajada) con arroz seco machacado. Le preguntaron a Dorji si deseaba tomar otra cosa, el le contestó que no había ningún problema conmigo que lo probaba todo o mejor dicho me lo comía todo. Luego nos trajeron arroz, carne de pollo y verduras.

Dzongdrakha Goemba
En Bondhey

En una sala contigua a la nuestra llegaron unos cuantos monjes, se estaban preparando para hacer un ritual en la casa para atraer la buena suerte. No nos pudimos quedar al ritual por falta tiempo.

Le pedí a Dorji ir al Paro Rinpung Dzong, “Fortaleza en un montón de joyas”, deseaba visitarlo otra vez. Un ejemplo de la exquisita arquitectura butanesa construido en 1644 por Zhabdrung Ngawang Namgyal. Sus fuertes muros sirvieron para defender el Valle de Paro de las invasiones tibetanas. La madera ricamente tallada, pintada en oro, negro y ocres y las altas paredes encaladas, refuerza la sensación de poder y riqueza.

En 1995 fue escenario de la película “El pequeño Buda” de Bernardo Bertolucci. En 1897 sobrevivió a un terremoto y fue seriamente dañado por un incendio en 1907. Pero allí sigue, vigilando y cuidando el valle.

Dzongdrakha Goemba
Cena en restaurante local

A la hora de la cena Dorji me dijo que debería por lo menos hacerla una vez en el hotel, suele estar programada en los viajes. Le pedí que por ser la última noche me llevase a un restaurante local donde podría volver a comer esa sopa de fideos que tanto me gustaba. Así se hizo. La cena nos costó la friolera cantidad de 5 euros con las bebidas incluidas.

Tocaba descansar, a las 6 de la mañana me recogerían para llevarme al aeropuerto, volaba a Kathmandu. Si voláis a Nepal pedir ventana a la derecha. Podréis contemplar la cordillera del Himalaya y el Everest.

 No fue fácil despedirse, había pasado 14 formidables días y me habían tratado como a una reina, había tenido experiencias entrañables que me las llevaba muy dentro de mi corazón.

 

Top