Ubud, una industria turística
Ubud a pesar de ser una ciudad con una gran afluencia de turismo sus tradiciones están presentes en todos sus rincones. Llena de bares, restaurantes y tiendas tiene una decoración exquisita y lo que más me asombra es que su gente mantiene su sonrisa y amabilidad.
Por la mañana nos dispusimos a visitar Ubud, mis compañeros se sorprendieron del cambio tan grande que había experimentado, me comentan que no tiene nada que ver con la tranquilidad que ellos la habían conocido.
Ubud debe su nombre a la palabra balinesa «ubad» que significa «medicina». Una leyenda del siglo VIII que un sacerdote de Java, Rsi Markedya, medita en la confluencia de dos ríos, en Campuan, donde encontró el templo Ganung Lebah, que todavía es un centro de peregrinaje. Ubud fue famosa por sus hierbas medicinales y plantas. En cierto momento fue el estado más poderoso de Bali donde sus señores feudales se aliaron con el rey de Gianyar, los cuales fueron muy importantes en la creciente fama artística del pueblo.
Nos dirigimos al Puri Saren, Palacio Real de Ubud. Estaba lleno de niños y niñas aprendiendo las danzas populares balinesas, era todo un espectáculo observar los movimientos de brazos y manos como los gestos de sus caras. Todos se esforzaban bajo la atenta mirada de sus profesores. Cerca estaba la Gamelan también practicando su música.
Este palacio data de 1890, época del jefe militar Cokorda Gede Sukawati, sus muros y magnificas puertas son en su mayor parte obra de I Gusti Nyoman Lempad. Descendientes del último rey que viven en el palacio. Sigue desempeñando un importante papel en la vida religiosa y cultural de Ubud.
Tranquilamente caminamos por la Jalan Wana Wanara (Monkey Forest Road), admirando las puertas de madera tallada de las casas, como los pequeños templos que hay en sus terrazas, hicimos una pequeña pausa para tomarnos un zumo.
Lo siguiente que visitamos fue The Sacred Monkey Forest Sanctuary. Este recinto da protección a 3 tipos de macacos, y por supuesto no es conveniente darles de comer, son bastantes agresivos y lo pude comprobar cómo un mono atacó a una mujer arañándole la espalda, y todo el que llevaba alguna botella de agua o algo de comer como se lanzaban los monos para robarlo. Pero lo que no se entiende que es fuera del recinto hay gente vendiendo plátanos para dárselos a los monos, pienso que es contradictorio. Aconsejo que no llevéis gafas, pendientes o collares puestos porque estáis expuestos a que os lo roben también.
El lugar está lleno de estatuas en concordancia con la filosofía balinesa, “paz y libertad es óptima para nuestras vidas”. Dentro del complejo hay un cementerio y varios templos como el Pura Dalem Agung Padangtegal, Gran Templo de la Muerte, sus relieves ornamentales son terroríficos. El precio de la entrada estaba en 30.000 rupias, unos 2 euros.
Después del almuerzo nos dirigimos al Pura Taman Saraswati, construido en la década de 1950 por I Gusti Nyoman Lempad por encargo del príncipe de Ubud en honor a la diosa de la sabiduría, la enseñanza y las artes, Saraswati. Delante del templo tiene unos estanques llenos de flores de loto. Tiene algunos relieves muy logrados del propio Lempad, una estatua de 3 metros del demonio Jero Gede Mecaling y vestiduras de Rangda y Barang que son utilizadas en las representaciones del teatro. Tuvimos la suerte de ver una cantidad enorme de devotos haciendo ofrendas. Parece que sus vidas giran alrededor de sus templos y ofrendas.
Hicimos unas pequeña excursión a los bonitos campos de arroz de Ubud,que están justo detrás del Pura Taman Saraswai, pero yo me quedé sentada sobre una especie de poyo de piedra descansando un poco mientras mis compañeros seguían caminando, el pié me dolía todavía y no habíamos descansado nada en todo el día.
Como no, me volvió a sorprender la amabilidad balinesa. Un señor que tenía un puesto de venta de aceite de coco para masajes me ofreció medio coco para comer, no sabía que decir, le di las gracias amablemente por ese gesto tan cariñoso.
Cuando regresaron mis compañeros me llevaron a un lugar que habían encontrado para tomar algo. Era un pequeño bar que habían hecho de madera en los arrozales, nada de comodidades pero la pareja que lo regentaba eran unos jovencitos que luchaban con ilusión por su local. Nos pedimos unos zumos de mango con menta, la primera vez que lo tomaba y estaba delicioso. Era un placer estar sentados rodeados de campos y sin el infernal ruido de vehículos. Ubud ofrece muchas cosas.