Trongsa al pié de las montañas Negras
El Dzong de Trongsa y la ciudad circundante se alza en un desfiladero con hermosas vistas al sureste de las Montañas Negras.
Cansados de tanta carretera de pronto nos encontramos con caravana. Se bajaron del coche para ver lo que sucedía; era un camión con grandísimos troncos de árboles que se habían soltado y estaba en medio de aquella estrecha carretera. Nadie perdió los nervios, todas las personas que pudieron cogieron barras de hierro, haciendo palanca empezaron a desplazar los troncos hacia un lado para que la circulación no se viese interrumpida. Los árboles ya los quitarían, pero lo esencial era que todos pudiésemos continuar. Lo asombroso era la calma que todos tenían.
Divisamos al final Trongsa, y desde lejos el Dzong parecía más grande que la ciudad, aquella fortaleza monasterio era inmensa. Trongsa está situada en el centro del país a 7 horas de la capital Thimphu, tanto la ciudad como el monasterio están en un barranco. La ciudad desde 1950 hasta 1960 recibió una gran cantidad de inmigración tibetana. Tiene un palacio que permanece cerrado para los visitantes, donde el tercer rey Jigme Dorji Wangchuck nació en 1928.
El Dzong está situado encima del río Mangde Chhu, seguramente su ubicación sea la más espectacular en Bhután, con una caída del edificio hacia el sur y que a menudo desaparece entre las nubes y la niebla. Tiene una rica historia que data del siglo XVI, la primera construcción fue llevada a cabo por Lam Ngagi Wangchuck. Llegó a Trongsa en 1.541 y construyó una pequeña habitación para meditar. En la parte sur se construyó una ermita en 1.543 y su forma actual en 1.644 por Chhogyel Mingyur Tenpa, el funcionario que fue enviado por Zhabdrung para unificar el este.
Su situación estratégica le dio mucho poder en esa parte del país pues era la única ruta entre el este y oeste que atravesaba Trongsa y el mismo monasterio. A finales del siglo XVII fue ampliado por Tenzin Rabgye. Los dos primeros reyes gobernaron desde este dzong. Los monjes lo tienen como residencia en invierno y en verano se trasladan a Bumthang. A él accedes también por un precioso puente de madera y al igual que los otros no dejas de admirar la grandeza de su construcción, los detalles de sus fachadas pintadas, esos grandes patios y los edificios altos nada fácil de fotografiar. ¡Es una construcción tan diferente de la que he conocido en Sudeste Asiático! En frente del dzong hay una torre adjunta a un edificio que es el Museo de Trongsa.
Después de la visita nos llevaron al hotel Phuenzhi Guest House; bastante normalito, las habitaciones son muy amplias pero solo hay una estufa eléctrica y no es suficiente, es decir hacia un frío que pelaba, para colmo la luz se va a menudo y te quedas sin calefacción. El enclave del hotel es estupendo, está en lo alto de la montaña y las vistas hacia el barranco son espectaculares. La comida en el restaurante es buena, sobre todo las sopas, que nos entonan mucho por el frío. Lo único que realmente me desagradó fue el propietario. El recibía a los clientes, estaba pendiente de que todo funcionase bien en el restaurante, pero me dio la sensación que era un dictador y que el personal estaba asustado, no le veías esa sonrisa y tranquilidad que transmite los butaneses, estaban cohibidos, se respiraba un ambiente tenso.
Una vez terminada la cena quedamos para irnos de “marcha” todos juntos al pueblo a ver qué ambiente podíamos encontrar. Al final Alberto tenía dolor de garganta y se quedó con su mujer en el hotel, el guía desapareció en combate, así que nos quedamos el chofer y yo solos para irnos a tomar algo.
Salimos del hotel y nos fuimos a Trongsa, aparcamos el coche y el primer lugar al que me llevó fue a una rueda grande de oración para que le diésemos unas vueltas en dirección a las agujas de reloj, seguidamente al restaurante de un hotel a tomar un té.
Como siempre surgen las preguntas sobre las costumbres y vivencias de cada país, yo no paraba de preguntarle y además de escribirle como se decían algunas cosas en español porque Dawa tenía curiosidad en conocer algunas palabras. Luego me llevó a un Karaoke, y no sé cómo explicar aquello.
Nada más entrar a la derecha estaba la cabina del Disjockey, más a la derecha una mesa grande de plástico con las sillas también de plástico, ahí es donde nosotros nos sentamos. La mesa no se había limpiado no se desde cuándo y la botellas de cerveza vacías al igual que los vasos estaban allí y en el suelo. Delante de nosotros había sofás y sillones de tela con mesas altas y bajas, era un batiburrillo tremendo. Al fondo el escenario, no tengo palabras para describirlo, era como si estuviese viendo una película.
La gente que había allí era joven, yo era la única extranjera; de vez en cuando salía una chica o un chico a cantar, no puedo decir si lo hacían bien o mal pues no conocía la música. Al rato de estar allí sentados se acercó una muchacha y habló con Dawa, seguidamente le dio dinero, no sabía lo que estaba pasando pero me picaba la curiosidad. Le pregunté y me dijo que para que ella cantase una canción que él quisiese escuchar debía pagar; ¡pues si! así funcionaba allí el tema. Al rato vino otra chica y volvió a pagar, me resultaba todo tan irreal pero a la vez divertido. Se me acercó un hombre que estaba un poco bebido y no entendía lo que me decía pero en cuestión de unos segundos dos hombres (me imagino que serían los dueños) lo sacaron a la calle. No sé el tiempo que estuvimos en el local pero la experiencia valió la pena.
Bhután es un país que vende electricidad a la India, es su mayor fuente de ingresos. Pues para vender electricidad como venden deberían iluminar un “poquito” más sus calles, porque al salir del Karaoke tuve que sacar la linterna del bolso (indispensable en ese país), no se veía nada. Me llevó al hotel y le agradecí mucho el haberme mostrado la noche en Trongsa. Ël esa noche me dijo que tenía habitación, no dormiría en el coche.