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Recorriendo Yogyakarta

Yogyakarta

Yogyakarta, la ciudad de la cultura

Yogyakarta es la única provincia en Indonesia cuyo gobierno es un sultanato de la época precolonial. Es una ciudad bien conocida por ser centro de su arte y cultura como el batik, música, poesía y marionetas.

Teníamos toda la mañana libre para poder visitar algunos lugares de esta ciudad que desde primer momento me dio una impresión bastante buena.

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Palacio del Sultán

Desde la recepción del hotel nos pidieron un taxi para ir al Palacio del Sultán. Cuando la recepcionista nos dice el precio del taxi nos quedamos alucinadas, nos dijo que era 20.000 rupias (1 euro y 30 céntimos), la primera noche cuando llegamos nos pidieron 80.000 rupias, ahí nos dimos cuenta de cómo se las gastan.

En el Palacio del Sultán es sede del Sultán de Yogyakarta y su familia, por lo cual hay una zona a la cual no tienes acceso. El precio de entrada es de 7.000 rupias (0,43 céntimos de euro) y para poder hacer fotografías se paga extra unas 2.000 rupias (0,13 céntimos de euro). Se encuentras bastante céntrico, al final de la calle JL. Malioboro en la calle JL Koni.

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Palacio del Sultán

El palacio fue construido en el 1755-1756 para Hamengkubuwono, el primer sultán de Yogyakarta. El 20 de junio de 1812, Stamford Raffles con unos 1200 soldados atacaron la ciudad de Yogyakarta que cayó en un solo día, dado que los javaneses superaban en número a los británicos, estos no estaban preparados. El palacio fue saqueado y quemado y el sultanato fue sometido a la autoridad colonial.

El palacio fue reconstruido por el sultán Hamengkubuwono VIII (que reinó entre 1921-1939) y reconstruido después del terremoto de 2006.

En el palacio puedes ver los trajes típicos javaneses de diferentes épocas, al igual que los coches antiguos que tienen expuestos en el patio central. En algunas de sus salas se exponen instrumentos musicales e utensilios. Los edificios de madera tienen un estilo arquitectónico tradicional de Java.

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Barrendero en Yogyakarta

Desde mi punto de vista, el palacio aunque sea uno de los edificios más importantes de la ciudad, está un poco descuidado, las telas de araña y el polvo invaden sus salas.

Una vez finalizada la visita callejeamos por los alrededores del palacio, con la idea de visitar el Taman Sari o Castillo del Agua.

Nos fuimos introduciendo en talleres donde las mujeres trabajan las telas batik. No se sabe donde ni cuando nació el batik, pero si hay pruebas que en el siglo XVII se exportaban e importaban dichos tejidos. El batik es una técnica basada en el uso de cera de abeja sobre tela de algodón, lino o seda, que consiste en aplicarla en las partes de la tela que no se quiere teñir.

Cuando estábamos llegando al Taman Sari, un señor bastante amable nos dijo que el recinto estaba cerrado hasta las 12 o 1 del mediodía, era viernes y para los musulmanes un importante día en los que se reúnen para rezar. Además el señor nos comentó que el Tamin Sari estaba en un estado de bastante abandono.

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Por las calles de Yogyakarta

Nos dimos una vuelta por el mercado de Beringharjo  donde cientos y cientos de puestos te ofrecen desde ropa de vestir, telas, zapatos, comida, etc.

El señor que anteriormente nos había comentado que el Castillo del Agua estaba cerrado, nos recomendó que visitásemos un barrio cerca del río Code, un barrio de casas antiguas que lentamente lo estaban restaurando.

Esta parte de la ciudad fue una de las que más me gustó, aunque realmente el río da una mala impresión ya que está bastante sucio, parece ser que sirve de basurero.

Junto al río hay fachadas pintadas de vivos colores e infinidad de dibujos, además de convertir aquel lugar en un pequeño vergel, fachadas con plantas recién plantadas sirve de decoración. Hay que perderse en los pequeños callejones para poder ver los pequeños y cuidados jardines que tienen algunas casas. La gente suele ser muy amable, también hay que destacar que no son muchos los turistas que se pierden por aquella parte de la ciudad.

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Recorriendo Yogyakarta

Sin lugar a duda me hubiese encantado estar unas cuantas horas más callejeando por esa zona, pero el tiempo no nos lo permitía.

Intentamos coger un taxi para regresar al Hotel Tiga Lima Home Stay, pero era la hora punta y difícil de encontrar uno y cuando lo encontrábamos nos pedían un riñón y parte del otro. Así que decidimos regresar en tuck-tuck.

Teníamos que estar a las dos de la tarde en el hotel, nuestro conductor nos esperaba para llevarnos a Jepara. Pero nuestros conductores tuvieron que estar preguntando una y otra vez ya que no sabían muy bien donde se encontraba el hotel, fue desesperante, pero al final llegamos y no nos dio tiempo a comer nada.

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Mercado de Beringharjo

El traslado a Jepara lo contratamos con Routive, una empresa española que organiza rutas a medida y puedes contratar vehículos con conductor y así evitar alguna que otra sorpresa desagradable.

El precio del traslado fue de 90 euros y son unos 201 km de distancia. Nuestro conductor se llamaba Joko, (62-823 13328006), persona agradable y servicial pero sus conocimientos en ingles eran casi escasos.

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Barrio junto al Río Code

Como no habíamos podido almorzar le pedimos a Joko que nos llevase a un restaurante camino a Jepara. Nos llevo al Kali Opak Resto, un lugar bastante agradable y bonito, rodeado de una vegetación exuberante.

Llegamos a Jepara, nos alojamos en el The Gecho Inn Town, un hotel con habitaciones amplias y con una pequeña terraza delante de la habitación. El precio del alojamiento fue de unos 28 euros por habitación y noche.

Elegimos Jepara para así a la mañana siguiente poder salir hacia la isla de Karimunjawa.

Me hubiese gustado quedarme un día más en Yogyakarta, es una ciudad llena de vida y sé que se me quedaron muchas cosas por visitar y disfrutar.

 

 

 

 

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