Las ruinas budistas de Polonnaruwa
Las ruinas de Polonnaruwa son los restos de una importante capital cingalesa, gozan de un mayor atractivo que las de Anuradhapura.
A la mañana siguiente como un reloj nuestro chofer nos esperaba, ese día iríamos a Polonnaruwa que forma parte del triangulo cultural. Primeramente paramos en el lago Minneriya con una réplica del buda de Aukana. Estas ruinas se encuentra al norte de la ciudad que lleva su mismo nombre.
Polonnaruwa es Patrimonio de la Humanidad desde 1982, son los restos de una importante capital cingalesa que alcanzó su máximo esplendor religioso y comercial hacia el siglo XIII. Entre los siglos XII y XIII fue la capital del reino hinduista de los Cholas (sur de la India). En el año 1070 el rey cingalés Vijayabahu I derrotó a los Cholas y mantuvo la capital de su nuevo estado en Polannaruwa, pero su nieto Parakramabahu I (1153 – 1186) pasó a la historia como caudillo heroico. Con el floreció el comercio y la agricultura pero obsesionado con los problemas de la sequía construyó enormes depósitos y pantanos. Los efectivos sistemas de irrigación de Anuradhapura se vieron superados bajo el mandato de este monarca. A partir de 1187 los monarcas que tuvo fueron llevando a Polonnaruwa a la ruina y desde 1284 nunca más fue capital del reino cingalés. Para visitar las ruinas debido a su extensión es mejor hacerlo en bicicleta, tuk tuk o en coche.
Lo primero que visitamos fue el Palacio Real , restos del periodo más antiguo, bajo el rey Parakramabahu I que tuvo varios pisos, del Salón de Audiencias queda un friso con elefantes y leones tallados, en el Estanque para los Baños hay dos surtidores de agua en forma de cabeza de cocodrilo. Se hacía duro caminar, el calor era insoportable pero además se estaba nublando y la humedad te machacaba.
Tuvimos que hacer un descanso y beber algo fresquito, sentados a la sombra veíamos como la policía hacia control a los guías y como los vendedores intentaban hacer algo de negocio.
Nos dirigimos hacía El Cuadrángulo al norte del Palacio Real, donde hay una mayor concentración de edificios. Visitamos el Thuparama Gedige, templo budista que conserva el techo de planta cuadrangular y dentro hay unas estatuas de buda, es el único templo no dagoba de Polonnaruwa. Enfrente se encuentra el impresionante Vatadage (una capilla circular para custodiar reliquias) y bien conservado, tiene cuatro entradas flanqueadas por guardianes de piedra. La Piedra de la Luna de la entrada norte, típica de estos edificios, se suele construir en semicírculo. Subes unos escalones que te llevan al centro del Vatadage donde hay una pequeña dagoba de ladrillo y cuatro estatuas de budas sentados, su colocación son los cuatro puntos cardinales.
No hay mucho turismo y puedes disfrutarlo, lo único que te pide el guía es que cuando te hagas una foto nunca le des la espalda a buda. También destaca el Satmahal Prasada un templo de ladrillo nada común en Sri Lanka con seis niveles y en forma de zigurat, lo que me hizo recordar mi viaje a Camboya y los templos de Seam Reap. Visitando los templos llegaron tres extranjeras con su guía, vestidas inapropiadamente y Thilak nos hizo el comentario de que le extrañaba que su guía como la policía no les hubiese llamado la atención.
Nos dirigimos al coche y continuar la visita al monumento más famoso de Polonnaruwa, pero comenzó a diluviar de tal forma que tuvimos que esperar dentro del vehículo un buen rato, aquello parecía el fin del mundo.
Cuando terminó de llover pudimos ver las imágenes de Gal Vihara, tres figuras de Buda talladas en granito, considerados el máximo apogeo de esta disciplina del arte cingalés. Es un friso que perteneció a un antiguo monasterio. El Buda reclinado tiene 14 metros y la figura de pié tiene 7 metros. Expresaban calma y podría decir que eran perfectas. Nos volvimos a encontrar con las turistas que fueron expulsadas del recinto por sus vestiduras. Siempre he pensado que hay que respetar las tradiciones y costumbres del país que se visita y Sri Lanka es bastante estricto respecto a esto.
Nos llevó a almorzar al Hasthi Resturant & Fright Less Jeep Safari, desde donde se sale para el safari que esa tarde teníamos contratado. La comida bastante normalita pero lo que pasa en los países asiáticos el servicio muy agradable. El precio del almuerzo fue de unos 6 euros por persona. Mientras comíamos preparaban el jeep en el cual haríamos el recorrido, le quitaron el techo para hacerlo descapotable, que no sirvió de nada, tuvimos que cambiar de coche pues comenzó a llover.
Nos dirigimos al parque nacional de Minneriya que ocupa una extensión de unas 8.900 hectáreas y que fue declarado zona protegida para preservar la fauna y flora. Realmente es una gozada ver aquella jungla, estanques, lago y sobre todo la gran diversidad de pájaros.
El lago es artificial, fue una de las grandes obras civiles que llevaron a cabo los monarcas medievales cingaleses para la irrigación de las cosechas. Sus aguas vienen del río Amban y el canal Elahera.
Como dejó de llover destaparon el techo del jeep, así podíamos ir de pie observándolo todo. Bueno eso de ir de píe no sé qué decir, porque íbamos dando saltos y golpeándonos, el camino estaba lleno de baches y muchísimas veces teníamos que agacharnos porque si no nos hubiésemos dejado la cabeza pegada en alguna rama, pero nos encantaba, pero por la noche cuando nos miramos el cuerpo teníamos un montón de cardenales. Durante el trayecto cuando veíamos un pavo real o algún tipo de ave nos parábamos para observarlos.
Íbamos al encuentro de los elefantes salvajes. Ellos sabían que los paquidermos se dejaban ver por las tardes. suelen salir de la jungla para dirigirse al lago para beber y bañarse. Nos encontramos con una manada de elefantes, era la primera vez que los veía en su estado natural, me impresionó bastante, sobre todo ver como las madres protegen a sus crías, casi siempre las colocan en el centro de la manada. Estaban cerca del lago comiendo, nosotros manteníamos una distancia prudencial y me prohibieron terminantemente bajarme del jeep. Continuamos el recorrido siguiendo la orilla del lago para divisar otra manada. Estaban tan tranquilos que parecía que nuestra presencia les daba igual. Solamente una vez el coche tuvo que ponerse en marcha y retirarse un poco, hubo un elefante que lentamente se acercó más de la cuenta.