Pashupati, el rey de las bestias.
Después de las emociones vividas en el colegio cerca de Gorkha, al día siguiente bien temprano nos pusimos camino de regreso a Kathmandu.
Otra vez la naturaleza nos ofreció un magnífico espectáculo. Amaneció un día soleado pero las nubes estaban bajo nuestros pies, un manto blanco lo cubría todo, la magia estaba allí. Mientras miraba aquel paisaje soñaba lo bonito que sería poder caminar por las nubes.
Paramos para repostar y esta vez tuvimos suerte porque había combustible.
Mientras yo me dediqué a hacer fotos a los dos mejores amigos del mundo que iban al colegio juntos, todo el trayecto iban cogidos, tampoco pasó desapercibido el grupo de mujeres que pasaron delante de mí sonriendo.
En algunas poblaciones por las que habíamos pasado dos días antes estaban todavía celebrando el haber ganado las elecciones. Solo hicimos una parada para comprar fruta y otra para comer algo, cosa que yo no hice porque que el conductor iba todo el tiempo escupiendo por la ventanilla y la verdad que me quitó las ganas de comer.
Queríamos llegar pronto a Kathmandu, tenía unas ganas enormes de contarle la experiencia vivida a Herminia y Vicen y que ellas me contasen sus dos días en Parque Nacional de Chitwan. También habíamos quedado con Narayan en el hotel, tenía que entregarle el sobre que los profesores me habían dado con las tallas de los niños para que el comprase los jerséis.
Lo que si fue una gran sorpresa, fue encontrarme con Dorji Wangdi de Bhutan, de la agencia Core Travel, él fue quien me organizó mi último viaje a ese país, y con Rinku Verma de la agencia India Tours Service. A Rinku lo conocía desde hacía unos 3 o 4 años pero jamás nos habíamos visto.
Nos tomamos una cerveza en el hotel donde estábamos hospedados y fue un rato bastante agradable, sobre todo con Dorji que estuvimos recordando parte de nuestro viaje.
Posteriormente, nosotros cuatro nos fuimos a cenar, teníamos muchas de las que hablar. Esta vez elegimos el restaurante italiano Fire and Ice Pizzeria, 219 Sanchaya Kosh Bhawan, cera del Gardens of Dreams. La comida bastante buena pero el precio un poco elevado, sobre todo para el nivel de vida de allí. Posteriormente quedamos otra vez con Dorji, Rinku y Narayan para tomar una copa.
A la mañana siguiente tocaba la obligada visita a Pashupatinath, uno de los templos hinduistas más importantes de Shiva en Nepal. Este templo está en la orilla del río Bagmati a unos 5 kilómetros al noreste de Kathmandu. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979. En este templo se venera a Shiva como Pashupati, el señor de las bestias.
El precio para visitar este complejo es de 1000 rupias.
Este templo es uno de los 275 Paadal Petra Sthalams (Moradas sagradas de Shiva). Los nepalíes lo consideran el templo más sagrado entre los templos del dios Pashupati, además de ser el templo hinduista más antiguo de Kathmandú.
La existencia del templo se remonta al año 1400. En la pagoda se aloja en sagrado shivalingam (falo de Shiva). A este templo acuden miles de peregrinos de todo el mundo.
El área de Pashupathinath abarca 264 hectáreas, incluyen 518 templos y monumentos. El templo principal está ubicado en un patio fortificado protegido por policía Semi-Militar.
Los únicos que tienen acceso al templo son la gente de religión hinduista. Mayank entró porque quería hacer una ofrenda a su madre que había fallecido dos meses antes, nosotras nos quedamos por los alrededores observando a la gente haciendo rituales, rezando, leyendo la mano o simplemente reunidos con sus familias o amigos.
Desde la puerta principal del ala oeste se puede ver la parte de trasera de la enorme estatua de Nandi, el toro de Shiva.
Cuando Mayank salió del templo se la notaba que estaba muy conmocionado. Nos comentó que el templo es una verdadera maravilla al igual todo lo que hay allí.
Nos dimos un paseo hasta llegar a la zona donde se hacen las cremaciones. Esa mañana había bastantes. Podíamos ver la contaminación que el río Bagmati tiene. La zona que hay frente al templo está reservada a la realeza y al sur del templo para el resto de los nepalíes. Entre los dos grupos de ghats se encuentra el templo de Bachhareshwari del siglo VI, en el cual puedes ver figuras tántricas y escenas eróticas.
Familias se cernían junto al difunto, se afeitaban la cabeza, practicaban sus rituales y posteriormente en una camilla hecha de bambú transportaban los cuerpos hacia la pira para ser incinerados.
Es un lugar que si se está cerca de los difuntos como de los dolientes, se debe tener el mayor respeto hacia ellos. Nosotros estábamos en frente observándolo todo, cuando llegó un nepalí y dijo “barbacoa nepalí”. No podía dar crédito lo que había escuchado, son esos momentos en los que te dan ganas realmente de darle una bofetada a tal individuo. Lo miramos con desprecio, pues nos pareció bastante fuerte ese comentario y más todavía viniendo de un nepalí.
Dos puentes peatonales cruzan el río, es la orilla oriental desde donde en las diferentes terrazas de piedra tienes una estupenda vista del templo.
Mayank y yo nos fuimos a dar una vuelta por los pequeños santuarios que hay allí. Son pequeños templos de una sala que sirven para alojar a los sadhus errantes y contienen un lingam de Shiva.
Para Mayankl era muy reciente lo de la muerte de su madre y le afectaba bastante ver las cremaciones.
Los sadhus estaban vestidos con extravagantes ropas y pintados de llamativos colores esperando al turista para hacerse unas fotos por unas cuantas rupias, pero si alguien les ofrecía marihuana o chocolate lo agradecían todavía más.
No soy muy partidaria de ponerme delante de la cámara y menos para dar dinero luego, pero realmente algunos tenían sus caras pintadas como si de obras maestras se tratasen.
Desde el mirador observábamos el templo y todo lo que allí acontecía. Nos tomamos un te mientras esperábamos a Herminia y Vicen.
Regresamos a la puerta de entrada para coger un taxi e ir a almorzar a Boudhanath y ver la gran estupa de día, ya que la vez anterior lo hicimos de noche.
Verdaderamente tuvimos mucha suerte con el tiempo en Nepal, pero ese día el sol relucía bajo un cielo azul intenso, lo que hacía más deslumbrante la estupa encalada de blanco.
Cientos de personas caminaban en el sentido de las agujas rezando o haciendo girar las ruedas de oración.
Subimos unas escaleras para poder caminar sobre la plataforma de la estupa y así ver las bonitas fachadas del barrio tibetano.
Aconsejo tomar algo desde alguna de las terrazas restaurantes que hay, nosotros lo hicimos en Roof Top Garden Café du Temple desde donde pudimos disfrutar de unas magnificas vistas de la estupa y la plaza. El servicio como la comida estuvo bastante bien.
Regresamos al barrio Thamel para hacer las últimas compras y organizar las maletas, al día siguiente regresábamos a casa. Yo como siempre fui a comprar té, es una de mis bebidas preferidas.
Como cena de despedida decidimos repetir en el Fusion Kitchen Restaurant, 29 Thamel, Chhuisa Galli, y desde luego tanto la calidad de la comida como del servicio fueron inmejorables. Es de esos restaurantes que puedes recomendar con toda confianza.
Fue mi tercera visita a Nepal, y desde luego, la amabilidad del pueblo nepalí, como sus joyas arquitectónicas te atrapa cada vez más.