Mysore, su emblema «nunca aterrorizado»
Por la mañana me sentí como princesa cuando fuimos a desayunar al restaurante del hotel Lalitha Mahal Palace. Techos altísimos con claraboyas de cristal, paredes pintadas de azul en concordancia con la decoración. Así vivían los maharajás. ¡Menuda vida se daban!
Este día lo dedicaríamos a la ciudad de Mysore, la segunda más grande del estado de Karnataka y a 146 km de la capital del estado, Bangalore. Su nombre significa Mahisasura, un demonio de la mitología hindú el cual gobernó el área alrededor de Mysore y fue asesinado por la diosa Chamundeshwari cuyo templo se erigió en las colinas de Chamundi.
Hasta 1947 Mysore fue la capital del reino de Mysore y gobernado por la dinastía Wodeyar excepto un breve periodo a finales del siglo XVIII cuando Hyder Ali y su hijo Tipu Saib se hicieron con el poder. Los Wodeyar fueron mecenas de las artes y contribuyeron al crecimiento cultural de la ciudad, lo que le llevo a conocerse como Capital cultural de Karnataka.
Mysore fue el centro de la administración Wodeyar hasta 1610 cuando Raja Wodeyar derrocó al gobernador Vijayanagara Srirangapatna cerca de la ciudad convirtiéndola en su capital. Después de la independencia de la India, la ciudad se mantuvo como parte del estado de Mysore. Al entonces rey de Mysore, Jayachamarajendra Wodeyar se le permitió conservar sus títulos y fue nombrado Rajapramukh del Estado.
Mysore es llamada ciudad de los Palacios, debido al número de palacios que la ciudad tiene: Amba Vilas conocido como el Palacio de Mysore, el Palacio Jaganmohana convertido en una galería de arte, Rajendra Vilas conocido como el Palacio de Verano, Lalitha Mahal convertido ahora en un hotel, Jayalakshmi Vilas ahora sede de la universidad.
Salimos para visitar el templo de Keshava, también conocido como CHennakesava, situado a 33 km al este de Mysore en el pueblo de Somnathpur. Erigido en 1268 por Somanatha Dandanayaka, general del rey Hoysala Narasimha III. A diferencia de los templos Hoysala de mayor tamaño de Belur y Halebid, este está terminado y se conserva bien. Tiene tres santuarios en forma de estrella y sobre un plinto elevado. El interior destaca por sus columnas y elaborados techos con motivos lobulados, florones y guirnaldas, los muros exteriores (que no hay dos frisos iguales) representan imágenes del Ramayana, el Mahabharata y el Bhagavad Gita, como la vida de los reyes Hoysala. Era maravilloso contemplar aquella joya arquitectónica. De acuerdo con las inscripciones, Somanatha construyó además los templos de Purahara, Narasimhesvara, Murahara, Lakshminarasimba y Yoganarayana pero todos han desaparecido excepto Lakshminarasimba que se encuentra en ruinas.
De allí nos fuimos al Monte Chamundi para ver el templo Sri Chamundeswari con su imponente gopuram de siete pisos y 40m de altura. Como era la fiesta de la luz, creo que medio Mysore se encontraba allí, la cola para acceder al templo no se sabía donde llegaba. Había un acceso rápido pero pagando una cantidad exorbitada, lo cual rechazamos. Recorrimos sus alrededores y comenzamos un descenso de 1000 escalones. Nos encontramos con el famoso monolito de Nandi que data de 1659 de 7,5m de largo y 5m de alto.
Llegó la hora de ese deseado descanso, nos íbamos a almorzar. Nuestro guía nos llevó a un restaurante que se encontraba en la terraza de un edificio. Nagesh nos comentó que iría a comprobar algo del coche en un taller, comentaba que tenía problemas. Estando en la terraza nos damos cuenta que Nagesh no se había marchado, le pregunto al guía, el cual contestó con evasivas y nada claro.
Intuí que algo pasaba, el guía viendo que me levantaba de la mesa para ir por el chofer quiso llamarlo al móvil, le di orden de que no lo hiciera que ya iba yo por él, orden que no cumplió porque cuando estaba saliendo del restaurante Nagesh entraba. Le pregunté por qué no había ido al taller y se había quedado abajo; dijo que por nada, le miré fijamente y le contesté que me imaginaba que había sucedido, pero que si el guía tenía algún problema en sentarse con él a la mesa, nosotros no teníamos ninguno y donde nosotros fuésemos el nos acompañaría. No se habló más del tema.
No me acuerdo del nombre de este guía, solo sé que desde primera hora no me había gustado, se acercaba mucho para dar explicaciones y siempre me estaba tocando el brazo, cosa que me pone nerviosa. Hasta Alberto intentó ponerse entre los dos y siempre conseguía apartarlo hacia un lado.
Tocó la esperada visita del Amba Vilas Palace, construido por los gobernantes Wodeyar. El cuerpo central construido en 1897 de estilo indo-sarraceno, con mezclas de los estilos hindú, mogol, rajput y gótico. Este palacio reemplazó un edificio anterior que había sido arrasado por un incendio durante las fiestas de Dasara en 1986. El Maharaja Krishnaraja y su madre Maharani Kempananjammanni Devi encargaron al arquitecto británico Lord Henry Irwin que construyera un nuevo palacio. Las obras se completaron en 1912 con un costo unos 4 millones de dolares.
Es una estructura de piedra de tres pisos con cúpulas de mármol y una torre de unos 44 metros de altura. La puerta de entrada y el arco sostienen el emblema y el escudo del reino de Mysore, donde está escrito en sánscrito el lema del reino «nunca aterrorizado«. El palacio tiene tres puertas de entrada, la puerta sur es para el público las otras dos se utilizan para dignatarios o solo para la fiesta de Dasara.
La lujosa sala pública Durbar decorada con oro y turquesas, la sala privada Durbar, con una cubierta acristalada de vidrieras de Glasgow, resultaba espectacular, como las puertas de plata maciza, pero para mi resultaba demasiado recargado. No está permitido hacer fotografías, es más, la cámara tienes que dejarla en una taquilla como los teléfonos móviles. Volveríamos por la noche para contemplarlo con unas 98.000 bombillas, decorado para la fiesta de la luz, era como vivir en un mundo de fantasía.
Tarde libre para deambular por el fantástico mercado de fruta y verduras, aconsejable hacerlo por la mañana. Tuvimos suerte porque muchos seguían trabajando y preparando las guirnaldas de flores para la fiesta, niños ayudando a sus padres, vacas sueltas comiendo lo que estaba a su alcance, colorido de pulseras y tintes para la ropa, todo era una paleta de colores donde una mano invisible daba un toque de vida. Volvimos a cenar en el mismo restaurante Shilpa Sree Bar & Restaurant, donde desde su terraza veíamos los fuegos artificiales de la gran fiesta.