Una paleta de Colores
Amanecimos nuevas, nada como una buena cama, eso es lo que este peculiar Lan Hai Jing She Hotel nos ofreció, era una urbanización de lujo. El desayuno lo hicimos en una de las casas que estaban habilitadas para ello, tocaba otra vez desayuno chino. Una mujer nos puso arroz hervido pero esta vez estaba bien cocinado, ella nos hablaba en chino y nos ofrecía todo el tiempo algo más para comer, yo le contestaba en ingles diciéndole que queríamos fideos, intenté hacerle comprender que no nos los aderezara, pero ella continuaba hablando en chino y terminó poniendo lo que quiso y tengo que decir que fue un acierto, estaban fabulosos, fue de los pocos desayunos chinos que verdaderamente disfrutamos.
Henry nos recogió puntualmente acompañado de nuestro chofer Wu. Ese día nos dirigiríamos a las terrazas de arroz de Yuanyang. Era mi gran sueño. Desde el día que vi fotografías de ese lugar quedé hipnotizada, muchas fotos me recordaba a las pinturas de Van Gohg, soñaba un día y otro con estar allí, poder captar con la cámara y la retina todos los rincones que fuesen posible (aunque tengo que decir que muchas fotos que ves en internet están muy saturadas de color).
Seguíamos a veces el curso del río Rojo, que hace honor a su nombre, porque el color del agua parecía chocolate. Hicimos un alto en un pueblo para almorzar y continuamos rumbo sureste.
Lo primero que hay que hacer cuando lleguen a la zona es dirigirse al Centro turístico (Tourist Centre) donde les darán información (por fin algo en inglés) sobre los lugares a visitar y pagar entrada para las terrazas. Durante el recorrido hay miradores desde los cuales tienen unas vistas magníficas de los campos de arroz, pero las terrazas importantes donde puedes ver un amanecer o atardecer espectacular tienes que mostrar el ticket de entrada. Una vez que has entrado a una determinada terraza no podrás volver a hacerlo, por eso hay que tener muy claro cómo hacer la ruta, donde y cuando visitarla, es decir, informarse bien donde puedes ver una puestas de sol maravillosa o un amanecer.
Las terrazas de Yuanyang tienen están situadas de unos 1000 m a 2.000 m de altitud sobre el nivel del mar, se puede resumir que están formadas por dos montañas, dos valles, tres vertientes, un arroyo, un río y numerosas terrazas.
Este lugar escénico está divido en cuatro partes: terrazas Laohuzui, terrazas Baida, terrazas Duoyishu y terrazas Qingkou.
Estas terrazas tienen una larga historia, paisaje natural único y ricos recursos naturales. Durante más de 1.300 años los Hani han ido transformando el terreno haciendo terrazas en las laderas del monte que están inundadas de agua entre los meses de octubre a marzo de cada año. También se encuentran minorías étnicas como los Yi y Miao. Los días de mercado se pueden apreciar los variados trajes típicos con que su gente acude a él. Las mujeres Hani tienen una gran habilidad haciendo punto y bordando con una gran selección de motivos florales muestran al mundo su gran personalidad. Llevan a cabo grandes ceremonias, en primavera los aldeanos comen y beben en las calles para mostrar sus deseos de unidad y rezan a Dios para que los bendiga, el verano después de plantar las semillas juegan en los balancines para adorar el cielo y la tierra y pedirle a Dios para que esté complacido con ellos, en otoño piden por sus cosechas en las terrazas, expresan su gratitud al cielo y la tierra y piden por su ganado también para el próximo año.
Hicimos dos paradas en los miradores de Quanfuzhuang y Malizai, donde tomamos el primer contacto con los campos de arroz, nos pareció maravilloso y eso que todavía nos quedaba lo mejor.
Nos dirigimos a Duoyishu, llegamos a la zona alta del pueblo donde tuvimos que esperar a que viniesen por las maletas, el hotel Jacky’s Guesthouse estaba en la parte baja del pueblo y todo eran escalones y cuestas lo cual se hacía muy complicado para el equipaje. Al poco tiempo aparecieron dos mujeres las cuales se encargarían de las maletas, lo sorprenderte es que se cargaron el equipaje a la espalda ayudadas por una cinta que la sujetaron en la cabeza y a un extremo de la maleta. Pensé en lo duro y pesado que les podía resultar, no entendía por qué no había venido algún hombre. El hotel es sencillo pero su gente lo hace acogedor, su propietario Jacky afortunadamente hablaba un inglés estupendo y era tan menudito como simpático. Nuestra habitación estaba en la tercera planta, no había ascensor, pero teníamos una terraza con unas vistas espectaculares a los campos de arroz, esta zona es muy buena si se tiene suerte para ver amaneceres espectaculares. Henry se despidió de nosotras hasta la hora de cenar, nosotras acomodamos nuestras cosas en la habitación, comprobamos si el agua caliente funcionaba y el tipo de colchón que teníamos (duro otra vez).
Nos faltó tiempo para marcharnos a explorar el pueblo y a caminar por los arrozales. Calles estrechas y empinadas, sus paredes llenas de musgo por la humedad, tejados en forma de champiñones cubiertos de paja, cerdos, patos, bueyes estaban atados en la parte inferior de las casas o andaban sueltos. Recorrimos los caminos más cercanos a los arrozales, una pandilla de niñas jugaban por allí, se dejaron solo fotografiar porque necesitaron mi ayuda para llegar a unas ramas de arbustos, si no, no había forma.
Después de tan agradable y tranquilo paseo nos dirigimos a la parte alta del pueblo para encontrarnos con Henry y Wu para irnos a cenar, nos llevó a un restaurante que era también una guesthouse, lo componía dos mesas bajas con sus respectivas sillas, éramos los únicos clientes, lo que más nos sorprendía era que la ropa lavada estaba colgada en el mismo comedor. Henry como siempre hablando lo mínimo o casi nada, Wu intentaba comunicarse con nosotras con sus pocas palabras de inglés e intentaba enseñarnos palabras básicas en chino, queríamos hacerles un montón de preguntas pero nuestro guía o mejor dicho el dueño de la agencia Henry no se prestaba a ello, realmente ya habíamos desistido en entablar alguna conversación o preguntar por algo, porque si había alguien parco en palabras ese era él.
Después de la cena Henry nos acompañó al hotel, conviene llevar linternas porque las calles carecen de iluminación, y como no Henry se equivocó de calle y llegamos al hotel por un camino por los campos de arroz.
Aunque hacía un poco de frio nos sentamos un rato en la terraza para ver el paisaje a la luz de la luna, Jacky estuvo conversando con nosotras y nos comentó que era un gran aficionado a la fotografía, estuvo durante un año viajando por toda Europa con un fotógrafo francés y luego por Oriente Medio.