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La etnia de los alaks en Bolaven

La etnia alaks y sus rituales

El siguiente poblado que visité fue de la etnia alaks. Casi todos los niños estaban fumando, el guía me explicó que era una costumbre que no está mal vista y que casi todos ellos comenzaban a fumar a una temprana edad. No había mucha diferencia entre este poblado con el que anteriormente habíamos visitado de la etnia katu.

Con sus costumbres ancestrales, como tallar sus propios ataúdes y ponerlos debajo de las casas para usarlos cuando muriesen, (esto lo prohibió el estado hace unas tres décadas para proteger los bosques), el sacrificio de un búfalo al año para mantener a los espíritus contentos, sus casas construidas en torno a la casa comunal, en algunas viviendas pueden llegar a vivir hasta unos 60 miembros de una misma familia, pero nadie me me podía quitara de la cabeza en la precariedad en la que vivían por muchas antenas parabólicas que tuviesen.

Sí, me fui de allí pensativa, veía que nuestro mundo o entorno vivía aceleradamente de tienda en tienda, de banco en banco sin mirar hacia atrás, el consumismo era nuestra pandemia.

 

Etnia alaks
Paseo en elefante cerca de Tad Lao

De allí nos dirigimos hacía la cascada de Tad Lo, para llegar allí hay que cruzar un puente y atravesar Saise Guest House lugar tranquilo en el cual los visitantes se quedan más tiempo de lo previsto ya que en sus alrededores hay algunos alojamientos y mucho por visitar. Es un remanso de paz, para dar paseos y montar en elefante. En el mismo tramo del río se encuentran la cascada de Tad Hang, cabe la posibilidad de nadar pero en la estación seca la administración libera por las tardes la presa, con lo cual hay informarse bien del momento exacto de la apertura.

Etnia alaks
Etnia Katu

Luego visitamos el Phasoume Resort, un museo de casas al aire libre, construido por Wimol Kijbamrung en 1999. El trabajo fue muy arduo y duró tres años,  tenían que abrirse camino en la selva que estaba llena de arboles caídos y piedras, llegando a utilizar elefantes y bueyes para desescombrar. En época de monzones la zona era aun más inaccesible. En las cascadas se colocaron  grandes piedras sobre todo para que la tierra no fuese arrastrada por las fuertes lluvias. El restaurante de madera se construyó aprovechando los árboles caídos, al igual que el museo de casas típicas laosianas habitadas por nativos de la zona como katu, nge y laven que están encantados de mostrar sus costumbres y formas de vida. Tienes la posibilidad de hospedarte y convivir con ellos.

Llegaron a plantarse 25000 árboles y cuidaron tanto la fauna como la flora autóctona. Los nativos cultivan hierbas y verduras de forma ecológica. Pocos días después de la inauguración el Sr. Wimol contrajo la malaria, estuvo ocho días en coma y cuando despertó había perdido la visión. No obstante sigue visitando las instalaciones, y es feliz escuchando las risas de los visitantes como el sonido que hacen los platos y cubiertos y algunas alabanzas que recibe por la higiene del restaurante y del parque.

Regresamos al hotel, era la última noche que estábamos en Laos, al día siguiente volábamos a Camboya y una gran tristeza me invadió. Después de la cena me fui sola y me senté en la entrada del hotel. Tenía un nudo en la garganta, quería quedarme allí, pues me había sentido todo el tiempo como en mi casa, me habían tratado con una gran amabilidad a la cual aquí no estaba acostumbrada.

Etnia alaks
Sr. Thippakone en Tad Hang

A la hora del desayuno el encargado del restaurante estuvo todo el tiempo pendiente de mí, decía que había cogido muy pocas cosas del bufe. Le contesté que no se preocupase que tomaría alguna cosa más. Estuvimos conversando y me volvió a repetir que él no quería volver a Tailandia y yo le dije que no deseaba volver a España. Nos despedimos, pensé que me daría la mano y me encontré con un señor con los brazos abiertos en medio de la sala de desayunos. Nos dimos un gran abrazo, cosa bastante extraña en los países asiáticos, no suelen manifestarse de esa forma sobre todo  delante de un público. No pude evitarlo y se me saltaron un par de lágrimas. El Sr. Thippakhone (guía) nos esperaba, nos llevo al aeropuerto, les prometí a todos que volvería, que no podía explicar lo que había sentido en su hermoso país, pero que me había cautivado hasta médula.

Una vez facturado el equipaje volví a salir para continuar conversando con Thippakhone, a la hora de despedirnos sin esperarlo me dio otro abrazo delante de toda la gente. Recuerdo como los policías nos miraban.

Mi promesa la cumplí, regresé a Laos al año siguiente y pude reunirme con toda la gente que había conocido.

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