Conviviendo con una familia
Khoma es un pequeño pueblo al noroeste de Bhutan donde casi todas las mujeres se dedica a la fabricación del textil sobre todo del kishuthara.
Cuando llegamos a Khoma era casi de noche. Fue un día muy duro de viaje. Esa noche dormíamos en una guesthouse y estaba expectante por comprobar cómo sería convivir con una familia en Bhutan. Nada más llegar una niña preciosa me cogió de la mano y me acompañó hasta la casa, por lo visto todos sabían que una turista pasaría una noche en su pueblo.
En algunos pueblos, todos sus habitantes van a la casa donde está hospedado el turista para ofrecerle regalos, “claro que hay que dar una propina”. Si fallece alguien del pueblo, cualquier evento o celebración queda suspendida por respeto al difunto y la familia. Yo no pude tener esa experiencia ya que había habido un fallecimiento ese mismo día.
Entramos en la casa de dos plantas, en la planta baja estaba la cocina y otras habitaciones donde vivía la familia Khamtru Arel, pasamos por un pasillo para subir unas escaleras a la primera planta. Cuando vi las escaleras tuve claro que la maleta yo no la subía y pensé que quien sería el valiente que lo haría, eran de madera, apoyada en la pared, muy inclinada y con escalones muy estrechos, (daba vértigo).
Una vez superada la prueba nos encontramos con una antesala, a la izquierda un dormitorio con dos camas pequeñas, en frente un salón grande y a la izquierda del salón otro dormitorio con un colchón en el suelo y un altar muy grande dedicado a Buda. El váter estaba a la derecha de la antesala, que solo tenía un retrete y un grifo con un cubo para el agua.
Tuvimos que descalzarnos. Me dejaron elegir dormitorio pero era evidente que dormiría en la habitación donde estaba el colchón en el suelo, si no tendría que compartir dormitorio con el chofer o el guía.
Dawa fue el valiente que subió la maleta, menuda pericia para mantener el equilibrio. Cuando vi lo que había le dije a Dorji “si mi madre me viese donde voy a dormir después del dineral que me ha costado el viaje me daría dos bofetadas”. Nos partíamos de la risa, pero yo estaba encantada con la experiencia.
Le pregunté donde estaba la ducha y me dijo que me lavase donde estaba el retrete con el cubo o fuera en el patio. Las toallitas higiénicas nos vino como anillo al dedo a todos, nadie tenía el valor de ducharse en el patio.
Mientras ellos mantenían una conversación con el Sr. Khamtru en el salón yo me bajé a la cocina para ver como cocinaban. Casi todo se hacía en el suelo y me ofrecieron una esterilla para sentarme, allí estaba la señora de la casa con sus hijas y una nieta. Mientras miraba como cocinaban poco a poco fueron apareciendo gatos, los cuales se sentaron en la esterilla conmigo, había hecho cuatro amigos más. En cierto modo lo de los gatos me agradaba porque tenía claro que donde hay gatos no suelen haber roedores, bichos ni serpientes. Era una pena que no hablasen inglés o yo butanés, pero me hubiese encantado preguntar por todo lo que estaban cocinando.
Llegó la hora de la cena, el matrimonio la compartió con nosotros. De primero teníamos sopa de licor de ara (licor de arroz) con huevo, mantequilla y ajo, la verdad que estaba buena, me bebí dos tazas grandes y en consecuencia me achispé un poco, luego pusieron sopa de lentejas, que ha sido la mejor que he comido en todo el recorrido, también patatas, carne, arroz y dos tipos de verduras, unas muy picantes y las otras más normalitas. Para ellos era un placer ver como lo probaba y comía todo
Llegó la hora de retirada, me habían puesto sabanas en mi colchón y para cubrirme un edredón y una manta, pensé que me iba a cocer mientras dormía. Toda la noche las velas que le pusieron a Buda permanecieron encendidas. Nos dimos cuenta que el altar era la pared de separación entre los dos dormitorios. Esa noche dormí iluminada por Buda.
Era de noche todavía, pero se escuchaban ruidos, la familia se había levantado. Yo hice lo mismo después de lavarme con las toallitas y arreglarme.
Bajé las escaleras con mucho cuidado y salí al patio, todos me daban los buenos días sin interrumpir sus labores. Las montañas estaban cubiertas por las nubes y el sol hacia tremendos esfuerzos por dejarse ver. Hice unas cuantas fotos del paisaje desde el patio pero enseguida me senté en un escalón, miraba donde ellos se bañaban y lavaban, no tenía valor para hacerlo.
Al poco tiempo bajó Dorji y me trajo una taza de té mientras me mostraba donde la familia Khamtru Arel hacían el licor. Decidimos entrar en la casa e ir preparando el equipaje. Las hijas ya estaban en la cocina haciendo el desayuno, al verme sonrieron por la curiosidad que sentía hacía todo.
El desayuno consistía en té de yak, arroz, patatas, verduras y unas tortitas que hicieron de trigo que salieron bastante duras, yo las troceé y las mojaba en el té porque era la única forma de podérselas comer.
Con todo ya recogido el Sr. Khamtru Arel fue el valiente en bajar mi maleta, yo tenía claro que la hubiese echado a rodar. Seguidamente nos enseñaría el pueblo.
Khoma es un pequeño pueblo que pertenece al distrito de Lhuentse, conocido en todo el país por su producción en kishuthara, un textil de seda extremadamente elaborado. Casi todas las casas (unas 30) poseen en sus porches o terrazas un antiguo telar. Los tejidos son tan elaborados que parecen bordados y se utilizan generalmente para los kiras (traje tradicional de las mujeres de Bhutan), también se hacen bolsos y otras cosas. Ello ha contribuido a una riqueza y prosperidad del pueblo. Entramos en varias casas, las mujeres estaban sentadas en el suelo tejiendo y así se pasaban horas y horas. El precio de este tejido es muy elevado.
En este pueblo no hay hoteles, solo dos guesthouses.
Nos despedimos del señor y nos pidió el favor de subir a sus hijas y nieta al Dzong de Lhuentse, era día de descanso y la mayoría de la población visita algún templo o dzong.
El Lhuentse Rinchentse Phodrang Dzong, está situado en lo alto de un promontorio rocoso mirando hacia el Valle de Kuri Chhu. E hijo de Pema Lingpa, Kuenga Wangpo fue quien construyó un pequeño monasterio en este lugar, pero lo que es hoy el Dzong fue construido por el gobernador de Trongsa Mingyur en 1654. Ha sido restaurado en varias ocasiones y se le han ido añadiendo templos. Pasear por el Dzong tranquilamente es una gozada, se respira tranquilidad, no es una zona muy visitada por turistas y eso lo percibes en los monjes que son muy amables y siempre sonríen.
Una vez terminada la visita, decidí bajar la carretera andando a pesar del calor que hacía, tenías unas ganas enormes de poder hacer fotos a alguna mariposa de las que volaban por allí, es difícil, además si no se dispone del tiempo suficiente.
Es un paseo que recomiendo que se haga porque te adentras de verdad en la vida cotidiana de la gente, te encuentras tiendas de madera, más parecidas a casetas de obra, vacas tumbadas en la cuneta o adueñándose de la carretera, niños bañándose en barreños de plásticos y sacando el agua de bidones mientras juegan y ayudan a los menores, pero lo mejor es que si observas bien, parece que la gente no tiene prisa, es como si el reloj no existiese y todo ello roto por el avance de la tecnología “el sonido de los móviles”.