La Cueva del Elefante
El penúltimo día no quisimos perdernos Goa Gajah y Yeh Pulu en Bedulu, este último muy poco conocido por los turistas y hasta para la gente local.
Como no!!!! Puntual como siempre a la mañana siguiente nos esperaba otra vez Putu con su afable sonrisa y amabilidad. Era nuestro último día de excursión con él.
Esta vez nos dirigimos al templo de Goa Gajah o Cueva del Elefante en Bedulu. No fue conocido por los europeos hasta 1925, se cree que data del siglo XI. Los manantiales fueron excavados en 1954 y probablemente se utilizaban para baños sagrados. Hay una cueva con una enorme cara labrada en la parte exterior, el interior tiene forma de T y hay nichos con estatuas shivitas y budistas, el calor es sofocante. También hay un santuario dedicado a Hariti protectora budista de los niños, retratada como la balinesa Men Brayut, una mujer pobre con muchos niños. La entrada al templo costó 15.000 rupias, 1 euro.
En Bedulu continuamos con la visita al templo Yeh Pulu, muy poco visitado por turistas, Putu ni siquiera lo conocía.
Tienes que caminar unos cuantos metros en medio de campos de arroz. Posee unos relieves hechos en la roca que datan del siglo XIV de unos 25 m de largo por unos 2m de ancho, podría ser la obra de un solo artista. La historias pueden leerse de izquierda a derecha donde aparecen escenas heroicas de humanos luchando contra bestias demoníacas. Fue encontrado por Punggawa Ubud en 1925 e investigado por el departamento de arqueología de Holanda en 1929. El precio de la entrada a este templó también fue de 15.000 rupias.
El calor era cada vez más aplastante pero continuamos hacía Batuan situado al sur de Ubud, conocido por su danza, pintura y arquitectura. La aldea está llena de galerías de pintura. Hicimos parada en una y la verdad que tenía cuadros muy bonitos, pero es lo que pasa como en muchos lugares, tienes un vendedor pegado a tu espalda que no te deja ni respirar que aparentemente solo habla inglés y al final acaba contestándote en español.
Si hay que visitar el magnífico templo Pura Puseh que data del siglo XI, con iconos y decoración típicos de Bali, destaca la cabeza de Bhoma y Visnú a lomos de un toro. En el patio central hay un edificio llamado Padmasana lugar de culto a Sang Hyang Whidi y en el patio trasero un edificio llamado Wantilan Purbakala, lugar para guardar las esculturas y figuras antiguas. El templo ofrece representaciones de gambub, una vieja danza cortesana. En este templo no tuvimos que pagar entrada, se hace una donación cuando finalizas con la visita.
Era la hora del almuerzo y ese día le dijimos que no nos queríamos ir de Bali sin comer el famoso pato frito. Nos llevó al restaurante Dirty Duck en Ubud, la comida estuvo fabulosa sobre todo porque tanto el pato, arroz y verduras te lo comes con las manos y parece que así todo sabe mejor. Lo único que me gustó menos es que era un sitio muy turístico y estaba lleno hasta la bandera.
Ese día solo hicimos medio día de excursión, así que una vez terminado el almuerzo Putu nos dejó en el hotel. Ya empezábamos con las despedidas, cosa que de desagrada bastante. Sobre él, solo puedo tener palabras de agradecimiento, buen conductor, amable, divertido, todo acompañado de su buena profesionalidad.
Esa tarde la dedicamos a pasear tranquilamente por Ubud.
El último día en la isla quise aprovecharlo para ir a la playa, no podía decir que había estado en Bali y ni siquiera me había bañado una sola vez. Jemi me recogió otra vez con su moto y nos dirigimos al sureste, pero eran playas para surfistas y el oleaje no te permitía bañarte, así que decimos ir a Sanur pasando por Denpasar para comprar cerdo asado en un puesto (corteza de cerdo + todas sus grasas).
El agua del mar estaba caliente y cristalina, era una gozada, lo único es que el agua jamás te cubría por mucho que caminases, los arrecifes de coral hacían de barrera. Fue un día de total tranquilidad.
A la mañana siguiente hicimos el equipaje y quisimos disfrutar de las últimas horas que nos quedaban. Nos fuimos al Sedona Spa para darnos un masaje, nos lo recomendó Dewa y la verdad que fue un acierto, tuve la sensación de recibir el masaje en medio de la naturaleza pues las paredes eran de bambú, una decoración exquisita.
Dewa quedó en recogernos a las 14 horas para hacernos el transfer al aeropuerto, aquello tocaba a su fin. Durante el trayecto ya no había tanta alegría ni risas. Fueron 16 días formidables, primeramente por tener esos compañeros de viajes tan magníficos, segundo porque me enamoró sus paisajes, colores, la luz especial que tiene la isla y sobre todo la amabilidad del pueblo balinés. Espero volver pronto.