Galle, la ciudad más bonita de Sri Lanka
Una forma para desplazarse desde el hotel The Long Beach Resort en Koggala a la ciudad de Galle que está a unos 29 km de distancia es mediante tuk-tuk y el precio es más que razonable.
A la mañana siguiente decidimos visitar la ciudad de Galle, en recepción pedimos información de cuanto nos costaría un tuk-tuk para hacer el trayecto, pero la recepcionista puso cara extraña, como queriendo dar a entender a qué íbamos ir a Galle, que lo bueno era quedarse en el hotel y sus playas. El trato lo hicimos con uno de los conductores que estaban aparcados frente al hotel. Nos pidió unos 5 euros.
Mientras hacíamos el recorrido veíamos la huella que había dejado el tsunami en el 2004, todavía había casas destrozadas, aunque habían reconstruido bastante. Thilak nos explicó que el agua penetró 3 km tierra adentro y que habían muerto más de 30.000 personas.
La ciudad de Galle había sobrevivido gracias a sus fuertes muros, los portugueses construyeron en 1589 un fuerte alrededor de la población. Los holandeses destruyeron casi la totalidad del fuerte y sobre sus cimientos construyeron uno mucho más sólido a mediados del siglo XVII.
La leyenda sitúa en Galle el bíblico puerto de Tharsis, de donde el rey Salomón se hacia traer las piedras preciosas y especias.
Para mí es la ciudad más bonita de Sri Lanka, fue declarada Patrimonio de la Unesco en 1988. Es un placer pasear por sus calles, visitar sus museos, biblioteca, iglesias. Muchos edificios son restaurantes y guest houses, con patios interiores decorados con un gusto exquisito. El Mansion Café lleno de antigüedades, Fortaleza restaurante y Boutique Hotel mezclando colores ocres con la piedra en sus paredes y jardines bien cuidados. Muchas de las casas se estaban reconstruyendo y en algunas conseguimos entrar y observar las maravillas que había allí.
Visitamos una inmobiliaria, teníamos la curiosidad de saber el precio del metro cuadrado o cuanto podía costar una casa, “inaccesible”. La ciudad de Galle te invita a quedarte y aconsejo al viajero que no se la pierda. Llegaba la hora del almuerzo y en la inmobiliaria nos aconsejaron que para comer marisco deberíamos ir al Tartaruga Hotel & Restaurant en Unawatuna.
Fue un acierto ir a ese restaurante. La comida estupenda al igual que su personal, siempre amable y atento. Hicimos amistad con el camarero Rasika Prasanka. Llamó a su amigo que tenía un tuk-tuk para que nos llevase a una tienda a comprar música de Sri Lanka y luego al hotel. Todo esto prometiéndole que volveríamos al día siguiente al restaurante, porque después de terminar su turno, él encantado nos mostraría algunos lugares. También nos invitó esa noche a una fiesta en la playa, pero rechazamos porque al día siguiente teníamos una excursión para el avistamiento de ballenas y teníamos que madrugar muchísimo.
Nos fuimos a darnos un baño en la playa, pero fue corto y con mucho cuidado, el mar te tragaba. Nos sentábamos en nuestra pequeña terraza para oír el mar y ver la puesta de sol.
A las seis de la mañana venían a recogernos para la excursión, tuve que ir sola, pues Hermínia tenía jaqueca y no pudo. El chofer hablaba bastante bien español. Me llevó a Mirisa. Los pescadores ya habían vuelto de faenar y era un ir y venir de gente en el mercado vendiendo y comprando pescado.
A las siete zarpaba el barco, íbamos en busca de las ballenas. Lo primero que vimos fue un grupo de delfines, nos dio tiempo para hacerles unas cuantas fotos. Continuamos mar adentro, al cabo de un buen rato nos indicaron donde se encontraban las ballenas. Solo pudimos verlas unas cuantas veces por poco tiempo, así que hacerles fotos resultaba complicado, además solo les llegamos a ver el lomo. El avistamiento de ballenas me costó 150 euros la excursión, realmente la vi un poco cara para solo poder ver a la ballena durante unos cinco minutos.
Al medio día la excursión del avistamiento de ballenas había finalizado. Me dejaron en el hotel, recogí a Herminia y regresamos otra vez al restaurante Tartaruga. Rasika el camarero nos esperaba. Disfrutamos del almuerzo, a base de mariscos. Una vez terminada la comida, Rasika cogió el tuk-tuk de su padre para mostrarnos algunos lugares.
Al primer lugar que nos llevó fue a Sea Turtle Farm & Hatchery, una granja de tortugas, donde las tortugas heridas eran cuidadas hasta su recuperación, para luego ponerlas en libertad, algunas debido a sus heridas se quedaban en la granja para siempre, también protegían los huevos enterrándolos en arena, cuando las crías nacían las dejaban 4 o 5 días en una especie de estanque para luego llevarlas al mar. Bonita labor, pero triste ver lo que el ser humano hace con ellas. Su gran peligro son las redes de pescar. La entrada a esta granja cuesta sobre unos 2.30 euros.
De allí nos llevó a un lago que hay cerca Habaraduwa, lugar tranquilo en el cual te ofrecen paseos en barco. Nosotras estábamos impacientes por irnos a la playa y ver a los famosos pescadores zancudos de Sri Lanka. Se cree que esta tradición de pescar vino después de la Segunda Guerra Mundial, pero su origen no se sabe a ciencia cierta. La estructura es un poste de madera de 3 a 4 metros clavado en el fondo marino y que generalmente sobresale unos 2 metros del nivel del mar, una barra transversal llamada petta donde los pescadores se sientan, sujetándose con una mano al palo y con la otra la caña de pescar. Es un trabajo duro que suelen hacerlo al amanecer y al atardecer. Pescan pequeños arenques y caballas y no suelen utilizar cebo, atraen a los peces con el movimiento de la caña.
Nos sentamos un buen rato para contemplar ese arte de pesca tan peculiar. De vez en cuando se aproximaba algún que otro pescador para pedirnos tabaco. Costumbre que han tomado de pedir tabaco a los turistas, hasta los camareros en los restaurantes sirviéndote la comida te lo pedían, los guardas de seguridad de los hoteles, bueno cualquiera. El tabaco allí es bastante caro.
Justo a unos metros se formó un grupo de hombres, me imagino que eran pescadores o amigos, pero como nos dijo Thilak, “nos pidieron dinero por hacer unas fotos”. Se ha convertido en un negocio o mejor dicho, como una mafia, sin darte cuenta en el lugar menos turístico que te puedas imaginar cuando veas un pescador zancudo, habrá otro fuera esperando a que le pagues.
Rasika se quedó sorprendido cuando tuvimos que pagar, precisamente el nos llevó allí porque era un lugar poco visitado por turistas.
Antes de despedirnos de él nos fuimos a tomar algo fresquito, no cesaba de hacernos preguntas, sobre todo cuando íbamos a volver, quería presentarnos a su familia, pero tuvimos que desistir por falta de tiempo.
La cena fue en el hotel, el restaurante estaba abarrotado y el ambiente no nos gustaba mucho, estábamos deseando terminar para irnos a nuestra habitación y sentarnos frente al mar. Era nuestra última noche en Koggala.