Colombo la gran subestimada
Desde Koggala a Colombo hay unas tres horas de camino. Puedes coger la autovía o una carretera que bordea la costa, donde puedes ver estampas maravillosas de la vida real de Sri Lanka.
Durante el trayecto seguíamos viendo la huella que había dejado el tsunami a su paso, preciosas casas coloniales estaban destruidas, aunque sus fuertes muros todavía se mantenían aun en pie.
El conductor que vino a recogernos nos ofreció coger la autovía o una carretera nacional, tomamos la carretera que iba bordeando la costa.
Esta zona estaba muchísimo más virgen, pocos restaurantes y hoteles a pie de playa, no estaba muy explotada. El paisaje era kilómetros y kilómetros de playas y palmeras.
En una de ellas divisé a unos 15 o 20 pescadores tirando de una cuerda para sacar las redes de pescar. Le dije a nuestro chofer que parase el vehículo, queríamos aproximarnos y ver como trabajaban. Las redes las habían echado al mar por la noche y ahora tranquilamente se disponían a sacarlas con toda la parsimonia del mundo, era una cadena humana de pescadores que cuando uno llegaba cerca del barco regresaba una y otra vez al principio. A pie de carretera había un puesto de pescados que se te metían por los ojos, estaban frescos, era lo que habían pescado.
Hicimos una pequeña parada para beber algo fresco en una pequeña población. Cerca del bar vimos una anciana pidiendo en la calle, tanto a Herminia como a mí nos dio mucha pena. Tomamos la decisión de comprarle comida en vez de darle dinero. Nunca olvidaré su cara.
Llegamos a Colombo, muchas de sus calles estaban cortadas por la reunión de la Commonwealth que se celebraba allí. Nuestro chofer tampoco sabía muy bien donde estaba ubicado nuestro hotel, después de preguntar en varias ocasiones y dar unas cuantas vueltas nos llevó al Lake Lodge Boutique Hotel.
Situado a unos metros del lago Beira, era de esos hoteles con un encanto especial, con solo trece habitaciones, decoradas con sencillez pero con mucho gusto. Mi opinión sobre el personal como el servicio fue de lo mejor que tuvimos en todo el viaje.
Colombo es una ciudad que las agencias de viajes no te la ofertan, dicen que no merece la pena por su falta de atractivo y en las guías de viaje también lo pone. Pues tengo que decir que a nosotras personalmente nos gustó la ciudad. Tal vez porque nos habíamos hecho una idea tan negativa de la ciudad que acabó por asombrarnos. Es verdad que el calor se hace insoportable.
Nos dirigimos a la Galle Road, amplia avenida que discurre paralela al mar. Llegamos al Galle Face Green, una explanada donde por las tardes se ve a numerosos paseantes, niños volando cometas o gente haciendo footing. Al final del Galle Face Green se halla el antiguo hotel Galle Face. Merece la pena entrar y tomar algo en su terraza con vistas al mar.
Continuamos nuestro paseo hacía el lago Beira, aprovechamos para hacer fotos nocturnas de la ciudad y el lago. Al poco tiempo aparecieron dos policías, uno le pidió a su compañero que encendiese las luces navideñas que tenían los arboles alrededor del lago, nos pidieron que le hiciésemos fotos y que por favor se la enviásemos.
La cena la hicimos en una terraza del hotel, la noche era cálida pero temíamos que nos cayese una manta de agua, había tormenta, pero al final tuvimos suerte y pudimos disfrutar tanto de la comida como del exquisito servicio.
Era nuestro último día en Sri Lanka, nos dispusimos a visitar algo más de aquella ciudad, que nos causó buena impresión.
Nos dirigimos hacia el Ayuntamiento que parece una réplica de la Casa Blanca de Washintong y hacia la Mezquita Dewata-Gaha, en frente del ayuntamiento se encuentra el parque Viharamahadevi , antiguamente llamado parque de la Victoria, es el mayor parque de Colombo, está atravesado por el sendero Ananda Coomaraswamy y al sur del mismo te encontrarás con el museo Nacional y el de Historia Natural pintados de un blanco inmaculado.
Continuamente te encuentras con gente barriendo las calles y los parques con unas letras escritas en sus espaldas que ponen “super clean”.
De vez en cuando el tráfico se paralizaba, una comitiva de la Commonwealth pasaba a toda velocidad con algún representante.
El calor era sofocante, pero en cierto modo no nos importaba, no teníamos ganas de volver y ya nos quedaba poco, teníamos que estar en el hotel para almorzar, a las cuatro y media de la tarde vendría un chofer a recogernos para llevarnos al aeropuerto.
Me hubiese quedado en aquel hotel con encanto, me sentía como en casa, pero la realidad llama a la puerta y antes de hora nuestro chofer vinos a recogernos.
Camino al aeropuerto el cielo se cubrió de unas nubes negras y a los lejos veíamos los rayos, antes de llegar ya había comenzado a llover de tal forma que en una parte del aeropuerto tuvieron que limpiar el agua que había penetrado. Si aquello era los pequeños monzones, como podían ser los grandes.
Cada vez hablábamos menos entre nosotras, nos había invadido la tristeza. Cuando subíamos al avión mirábamos hacía atrás con añoranza.
El vuelo fue tranquilo, aprovechamos para descansar, volábamos con la Turkish Airlines y hacíamos escala en Estambul.
Lo que sí fue una sorpresa es que cuando llegamos a Madrid nos dimos cuenta que las maletas habían sido abiertas sin estar nosotras presentes y nos habían robado algunas pertenencias. Puse denuncia en la Guardia Civil y en las oficinas del aeropuerto. Todavía está el tema pendiente pero explicaré por facebook a que se dedica el personal del aeropuerto y artimañas de dichas líneas aéreas.
Le doy las gracias a todas aquellas personas que hicieron nuestra estancia lo más agradable posible y nos trataron con cariño, a nuestro chofer papaíto Thilak, a mi amiga y compañera de viajes Herminia y no quería olvidarme de la agencia de viajes, que forman un gran equipo y nos trataron de maravilla.