Ciudad de los puentes
El día que nos íbamos de Shangri-la amaneció con un sol espléndido y el cielo estaba de un azul intenso, pero hacía frio. Nos daba coraje por los dos días que tuvimos de lluvia. A la hora de salir del hotel City Tea Horse Ancient The Boutique Inn el dueño se hizo fotos con nosotras, la gente de Shangri-la nos pareció bastante más amable.
Nuestro próximo destino era Lijiang. Nada más ponernos en marcha nos fascinó los paisajes que estábamos viendo, las estribaciones del Himalaya estaban nevadas, hoy podíamos verlas, una niebla fina a ras del suelo se mezclaban con algunas nubes bajas. Son imagines que se te quedan grabadas en la mente. Hicimos la primera y corta parada junto a la carretera para hacer fotos y luego en un mirador que estaba lleno de turistas nacionales.
Sobre el mediodía llegamos a Lijiang. La parte nueva de la ciudad nos resultó bonita, organizada y limpia. Hicimos una parada para almorzar en el restaurante que Henry había elegido, como siempre normalito, pero cuando le pregunté donde estaban los servicios me aconsejó que era mejor que no fuese.
Terminado el almuerzo nos dirigimos al casco antiguo de la ciudad, el chofer se detuvo en una de las entradas, está prohibido la circulación de vehículos y esperamos a que el personal del hotel viniese a recoger las maletas. Nos despedimos del chofer, el recorrido con este había finalizado.
Nos encaminamos hacia el hotel, estábamos un poco expectantes, pero todavía más por si las maletas sobrevivirían al empedrado. Nuestro hotel el 99 Inn/Lijiang Huahao Yueyuan No.2 estaba en un callejón, era un hotel familiar y una casa patio típica china. Lo primero que hicimos fue inspeccionar la cama y nos encontramos otra vez con esos colchones con la tabla de madera, íbamos a sufrir dos noches más, lo positivo era que teníamos agua caliente. Henry nos informa que el hotel no daba desayunos ni comidas, que si nos preparaban el desayuno sería de comida china o podíamos desayunar en otro lugar. Sobre la marcha le dijimos que nos buscaríamos la vida con el desayuno, pues no nos había causado muy buena impresión el hotel.
La ciudad de Lijiang (Ciudad de los Puentes) desde el siglo XII fue un importante centro de distribución para el comercio, formaba parte de la Ruta del Caballo y del té, habitada mayoritariamente por el pueblo Naxi. Esta ciudad fue construida por la dinastía Song del sur y durante la primera parte de la dinastía Yuan pero gran parte de los templos y edificios actuales se construyeron durante las dinastías Ming y Qing. Situada a 2.400 m sobre el nivel del mar, también llamada “Venecia del Este” (tiene 354 puentes) y la forma una amplia red de canales cuyas aguas proceden del lago Heilogtan, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997. Sus casas de dos plantas con fachadas de madera, construidas con ladrillo o adobe.
La ciudad es un laberinto de callejuelas empedradas que están pulcramente limpias desde las cuales se divisa la Montaña Nevada del Dragón de Jade. Flores y farolillos rojos ornamentan la ciudad, la cual desde primera hora te eclipsa.
Para pasear por el casco antiguo hay que pagar 80 yuanes unos 10 euros que sirve para la conservación de la ciudad, hay controladores que suelen pedirte el ticket.
Comenzamos a pasear por la ciudad, eran las cuatro de la tarde aproximadamente, callejuelas, canales con agua limpia, cualquier rincón no dejaba de sorprenderme, pensaba que era una ciudad sacada de un cuento.
Pero mientras avanzaba la tarde las calles se fueron llenando de gente, era casi imposible caminar. En la plaza había un grupo de la etnia Naxi bailando con sus trajes típicos. Todo muy enfocado al turismo, por otro lado se veían mujeres lavando las ropas y las verduras en los canales.
Lijiang se ha convertido en un destino de moda de turismo nacional, aquí es donde te puedes hacer la preguntar, si China es comunista. Todo son restaurantes, hoteles y tiendas enfocado a un consumismo depravado, hay ciertas horas en las que caminar por sus calles es casi es misión imposible, pero lo que realmente nos dejó de piedra fue en lo que se convierte la ciudad durante la noche, una de las zonas más bonitas del casco antiguo son bares y discotecas donde cientos de personas abarrotan todas sus calles y locales con música tan estridente que al pasar por allí te retumba hasta el corazón. Yo, que había cargado con el trípode toda la tarde para hacer fotos por la noche, tuve muy claro que con aquel enjambre de gente mi cámara hubiese corrido un gran peligro. Tanto Carmen como yo nos preguntábamos como seguía siendo Patrimonio de la Humanidad y no me extrañaría nada que se lo quitasen.
¡Ojo! Eso no quiere decir que la ciudad no sea bonita, porque realmente es una verdadera joya bien conservada, pero nos acordábamos de Weishan pero sobre todo de Shaxi por la paz que allí se respira.
Regresamos al hotel, porque ahora empezaba nuestra tortura china, teníamos que ver como colocábamos los cuerpos en la cama para que los huesos nos doliese menos.